La tradición que celebra la vida con comida, bailes y calaveras es el muy conocido Día de Muertos, que data de tiempos prehispánicos. Sin embargo, a finales del siglo XV, con la llegada de los españoles, la tradición prehispánica se alineó con las festividades católicas: el “Día de Todos los Santos” del 1 de noviembre y la conmemoración de “Los Fieles Difuntos” del 2 de noviembre. ¿Será coincidencia que dos culturas tan opuestas tuvieran celebraciones similares?
Para agregar sabor al ya multicultural México de antaño, la influencia de Estados Unidos con su “trick or treat” invadió la cultura mexicana con sus disfraces y costumbres de espanto. Los estadounidenses tomaron la tradición de la celebración celta de Samhain, donde se intentaba espantar a los malos espíritus de la cosecha y también ofrecerles algo de comer; de ahí viene el “treat” ¿Será otra coincidencia? En México, se tropicalizó el término de “trick or treat” con el famoso “queremos Halloween, y me da mi calaverita”.
El México prehispánico, España y Estados Unidos, con su influencia celta, influyeron para conformar lo que hoy, en muchas partes de México, conocemos como el Día de Muertos. Luego, en 2016, llegó Hollywood con James Bond 007: “No Time to Die” nos regaló el “tradicional” desfile de Día de Muertos.
Mientras que el concepto de Halloween es espantar y aterrorizar a los espíritus y a la población, el Día de Muertos invita a reconocer a las almas, a festejar su vida y a invitarlas a que, durante dos días, regresen no solo al pensamiento de quienes los extrañan, sino también a comer y beber como cuando estaban vivos.
Amorosamente recibimos a quienes amamos pero que ya no habitan este mundo, en nuestras casas y en nuestros pensamientos. ¡Celebremos la vida con la muerte y a la muerte con la vida!
¡Feliz Día de Muertos!
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